GIULIANA CHIAPPE- 16 JUN 2008- CARACAS Venezuela (EL UNIVERSAL)
Cada mañana, justo en la última calle antes de llegar a su colegio, la niña de ocho años sentía náuseas. Eran nerviosas. No quería estar en la escuela.
Esa niña era víctima de acoso escolar, o bullying, práctica cruel de violencia infantil, más frecuente y terrible de lo que se piensa. No debe confundirse con tener que aguantar un sobre- nombre fastidioso durante todo el año o caerse a golpes frecuentemente con determinado compañero. Se trata de agresiones reiteradas, de tipo verbal, físico, de manipulación o cibernéticas, que destruyen psicológicamente a quien la recibe y pueden potenciar un delincuente en el que acosa.
Tamara Salmen, pediatra especialista en conducta y desarrollo infantil forma parte del equipo multidisciplinario del Centro Médico Docente La Trinidad que ha estudiado el fenómeno de acoso escolar en Venezuela. Según sus estimaciones , en el país los episodios de acoso infantil se presentan entre primero y noveno grado, cuando los niños tienen entre 7 y 15 años aproximadamente. El pico máximo de agresividad ocurre durante la primaria. Entre los adolescentes el bullying, como tal, tiende a disminuir un poco.
A su decir, es urgente detener esta práctica y en eso deben intervenir los adultos. El niño acosado no puede solo. La doctora Salmen explica que el chiquillo que es víctima de bullying suele ser tímido y como le cuesta integrarse a los grupos, se autoexcluye. Al ser acosado, su autoestima, que ya es baja, se va al suelo. Como nadie los defiende, se sienten merecedores del maltrato. Pueden desarrollar propensión a la depresión e incluso al suicidio.
El acosador, un niño de la misma edad, sabe lo que está haciendo. La inocencia infantil no puede ser un escudo. Como víctima escogen al niño más vulnerable, al que anda solo. Suele tener un grupo de cómplices, que también agreden al acosado. Salmen se apoya en los estudios de Dan Olweus (uno de los primeros especialistas en estudiar el fenómeno en Europa) y explica que, contrario a lo que se cree, el acosador es un niño de autoestima inflada, se cree mejor que el resto, sabe el daño que ocasiona y no siente remordimientos. Es probable que también sea un niño maltratado, física o verbalmente, en otros ambientes, como en su casa. Como sólo actúa agresivamente en la escuela, los padres pueden ser los últimos en enterarse de su comportamiento.
"A ambos niños se les debe ayudar. A la víctima, hay que darle maneras de defenderse y salir del problema. Al acosador hay que evaluarlo psiquiátricamente, porque se confunde este comportamiento con un trastorno de personalidad, y mejorarle los valores en su trato social. Debe ser detectado y corregido cada vez que comete una fechoría", expresa la pediatra. Un niño que agrede en la escuela, puede convertirse en un delincuente en el futuro".
Niñas peligrosas
Los varones suelen acosar con golpes, insultos o cualquier otra acción física. Las niñas pueden actuar peor que eso.
Las chicas son sigilosas, constantes en su acoso y más crueles al aislar a sus víctimas. Inventan rumores y los repiten sin remordimiento, creando una matriz de opinión que perjudica a la víctima. Pueden decir cosas como "su papá estuvo preso por ladrón" o "fulanita es una ladrona". También se apoyan más que los varones en la tecnología para agredir.
Así ocurrió en un colegio privado de Caracas, como cuenta la doctora Salmen. Una chica de tercer grado se hizo "amiga" de otra y memorizó la clave de su messenger. Después, haciéndose pasar por la otra niña, envió mensajes obscenos a sus compañeros. Los maestros culparon a la pequeña engañada y amenazaron con la expulsión. El padre de la niña víctima fue quien investigó lo ocurrido y descubrió el ardid de la supuesta amiga. Ella sólo fue sancionada durante unos días, lo que es insuficiente para detener su conducta agresiva.
EL UNIVERSAL
Cada mañana, justo en la última calle antes de llegar a su colegio, la niña de ocho años sentía náuseas. Eran nerviosas. No quería estar en la escuela.
Esa niña era víctima de acoso escolar, o bullying, práctica cruel de violencia infantil, más frecuente y terrible de lo que se piensa. No debe confundirse con tener que aguantar un sobre- nombre fastidioso durante todo el año o caerse a golpes frecuentemente con determinado compañero. Se trata de agresiones reiteradas, de tipo verbal, físico, de manipulación o cibernéticas, que destruyen psicológicamente a quien la recibe y pueden potenciar un delincuente en el que acosa.
Tamara Salmen, pediatra especialista en conducta y desarrollo infantil forma parte del equipo multidisciplinario del Centro Médico Docente La Trinidad que ha estudiado el fenómeno de acoso escolar en Venezuela. Según sus estimaciones , en el país los episodios de acoso infantil se presentan entre primero y noveno grado, cuando los niños tienen entre 7 y 15 años aproximadamente. El pico máximo de agresividad ocurre durante la primaria. Entre los adolescentes el bullying, como tal, tiende a disminuir un poco.
A su decir, es urgente detener esta práctica y en eso deben intervenir los adultos. El niño acosado no puede solo. La doctora Salmen explica que el chiquillo que es víctima de bullying suele ser tímido y como le cuesta integrarse a los grupos, se autoexcluye. Al ser acosado, su autoestima, que ya es baja, se va al suelo. Como nadie los defiende, se sienten merecedores del maltrato. Pueden desarrollar propensión a la depresión e incluso al suicidio.
El acosador, un niño de la misma edad, sabe lo que está haciendo. La inocencia infantil no puede ser un escudo. Como víctima escogen al niño más vulnerable, al que anda solo. Suele tener un grupo de cómplices, que también agreden al acosado. Salmen se apoya en los estudios de Dan Olweus (uno de los primeros especialistas en estudiar el fenómeno en Europa) y explica que, contrario a lo que se cree, el acosador es un niño de autoestima inflada, se cree mejor que el resto, sabe el daño que ocasiona y no siente remordimientos. Es probable que también sea un niño maltratado, física o verbalmente, en otros ambientes, como en su casa. Como sólo actúa agresivamente en la escuela, los padres pueden ser los últimos en enterarse de su comportamiento.
"A ambos niños se les debe ayudar. A la víctima, hay que darle maneras de defenderse y salir del problema. Al acosador hay que evaluarlo psiquiátricamente, porque se confunde este comportamiento con un trastorno de personalidad, y mejorarle los valores en su trato social. Debe ser detectado y corregido cada vez que comete una fechoría", expresa la pediatra. Un niño que agrede en la escuela, puede convertirse en un delincuente en el futuro".
Niñas peligrosas
Los varones suelen acosar con golpes, insultos o cualquier otra acción física. Las niñas pueden actuar peor que eso.
Las chicas son sigilosas, constantes en su acoso y más crueles al aislar a sus víctimas. Inventan rumores y los repiten sin remordimiento, creando una matriz de opinión que perjudica a la víctima. Pueden decir cosas como "su papá estuvo preso por ladrón" o "fulanita es una ladrona". También se apoyan más que los varones en la tecnología para agredir.
Así ocurrió en un colegio privado de Caracas, como cuenta la doctora Salmen. Una chica de tercer grado se hizo "amiga" de otra y memorizó la clave de su messenger. Después, haciéndose pasar por la otra niña, envió mensajes obscenos a sus compañeros. Los maestros culparon a la pequeña engañada y amenazaron con la expulsión. El padre de la niña víctima fue quien investigó lo ocurrido y descubrió el ardid de la supuesta amiga. Ella sólo fue sancionada durante unos días, lo que es insuficiente para detener su conducta agresiva.
EL UNIVERSAL
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